miércoles, 11 de mayo de 2011

Un viaje. Un viaje para alejarse de la rutina es lo que todos necesitaríamos con frecuencia. No solo por el hecho de conocer lugares nuevos, sino por el hecho de alejarse de las cadenas de lo cotidiano, de lo de siempre; de la misma manera de levantarse y salir, de tener siempre los mismos problemas, de tener que ver y consultar siempre las cosas que haces... Alejarse de todo eso, alejarse... Ese viaje sin destino donde sabes que vas a pasarla bien, sin pensar en todo lo que te quita el sueño. En donde no te importa el porvenir, es eso, unas minivacaciones para la conciencia, ya sea por un día, o un mes, es lo que es, un receso. Como sé esto? A todos nos pasa, esta a simple vista, cuando nos toca volver, por ejemplo, en un viaje tranquilo en la noche, nuestra mente se abre como una flor, y hecha vuelo. Recordamos, fantaseamos, nos ilusionamos, nos emocionamos... Es como una cadena, un circulo vicioso, que al ver por la ventanilla, el cielo nocturno, justo en ESE momento, todo pasa. Nos ponemos a recordar todo lo que tenemos que hacer o a todo lo que nos tenemos que enfrentar cuando lleguemos nuevamente al infierno, y es cuando buscamos algo en que pensar para no tener en mente eso. Nos ponemos a pensar en las cosas que nos hacen bien, que nos hacen pensar en el pétalo, y no en la espina. Y es cuando fantaseamos. En mi caso, imaginando nuestro encuentro, ese abrazo, 
ESE MOMENTO en el que el mundo podría estallar y no nos importaría, me ilusiono... Solo con pensarlo, mil cosas pasan por mi cabeza, como quien no dice: "anoche soñé con tu amor, y no pude evitar sonreir". Me emociono... Y empiezo a escribir, esribir para qué? Quizás estas palabras no son nada, no tienen la mínima coherencia, son escasas, pobres, viajeras... pero es lo que me puse a pensar, y me parece la forma más adecuada de hacer recordar el poder de un viaje, de todo lo que causa, y hasta donde puede hacer llegar, la pluma de un pobre inocente perdido en lo que es la inmensidad del firmamento.